¿Sabías que puedes hacerte famoso no sólo por romper un bote multimillonario, sino también por las mayores pérdidas? Los fracasos masivos también pasan a la historia del juego.
El australiano Harry Kakawas ganaba mucho dinero con la venta de inmuebles. Con su creciente riqueza llegó la pasión por el juego. En una ocasión apostó más de 164 millones de dólares en cinco horas, con apuestas a partir de 300.000 dólares. En otra ocasión, un viaje a un casino redujo la cuenta de Harry en 4 millones de dólares. El jugador acusó al Melbourne Crown Casino de poner deliberadamente palos en las ruedas, impidiéndole ganar. Sin embargo, el juicio no apoyó esta teoría. El recurso también resultó inútil. Las pérdidas de Kakawas en el año se estiman en 1.500 millones de dólares.
La lista de perdedores ilustres no estaría completa sin una mención a Terry Watanabe. La racha de victorias en su camino hacia un récord perdedor comenzó con la venta de una participación en una empresa de souvenirs. El hombre decidió permitirse celebrar en el casino y se instaló literalmente allí. Como resultado, la casa de apuestas añadió 205 millones de dólares a sus arcas.
El comienzo del siglo XXI trajo una nueva faceta a la fama de Kerry Parker. Inesperadamente, surgió como líder en pérdidas de casinos. Tres semanas en las máquinas tragaperras supusieron una pérdida de más de 20 millones de libras. Lo más interesante es que, al perder, Kerry actuó como si no hubiera pasado nada.
El millonario sirio tuvo la suerte de entrar un día en el casino de Aspinall en Londres. Unos minutos en la mesa de la ruleta hicieron que Fouad El-Zayat se volviera 800.000 dólares más pobre. La noche continuó con una pérdida de más de 3,6 millones de dólares.
El viaje del empresario al casino Ritz se saldó con una pérdida de 16 millones de dólares. Al final, el jugador aficionado fue a juicio por deudas con varios establecimientos de juego y perdió un Boing 747.
El humilde directivo de Fry’s Electronics, con un sueldo de 225.000 dólares al año, perdió 8 millones de dólares en una noche. Pero eso no detuvo a Omar Siddiq en su camino hacia el enriquecimiento y en 10 años de marcha por las casas de juego, debía más de 167 millones de dólares.
Estas impresionantes pérdidas de un simple oficinista atrajeron la atención de las fuerzas del orden. Las investigaciones descubrieron las actividades fraudulentas de Omar, que era el propietario de una organización clandestina de venta de productos electrónicos. Además de 140 años de prisión, el tribunal condenó a Siddiq a pagar las deudas de todos los casinos. Una victoria fastuosa no es la única posibilidad de entrar en los anales del juego; una pérdida de mil millones de dólares también es motivo de fama, aunque dudosa.